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martes, 2 de junio de 2015

Cabeza de Ciervo, de Francisco Miguel Espinosa.




 
 
Esta no es una reseña más de una novela policíaca más.
Porque esta novela no es una novela policíaca.
Esta novela es de una colección de terror.
 
Queda dicho.
Y dicho esto, ahora sí, empezamos….
Érase una vez, un pueblucho americano de mala muerte y peor vida llamado Abismo.
De mala muerte, desde que apareció una bestia parda con unos tochos más grandes que el novio de Lucía la Piedra y una cacho maza que dejaría sin palabras hasta al presentador de Bricomanía.
 Porque, Cabeza de Ciervo, muchacho, cómo se te ocurre ir por ahí a lo loco, liándote a mazazos con el sheriff del pueblo sin preguntar… quitándole la cabeza y los fémures sin pedirlos por favor… ¡Y encima con esas pintas de Bambi desarrapao que me llevas!
 No, Cabeza de Ciervo, muchacho, eso no es de buen morir, eso no se hace.
 Y no sé donde has aprendido eso, de dónde demonios lo has sacado, pero eso no es lo que te enseñamos en Abismo, no señor.
Por mucho que Abismo sea un pueblucho de peor vida… de toda la vida.
Por mucho que Abismo sea Un pueblucho cuyo principal atractivo, cuyo único atractivo sea el Gallo.
 Un pedrolo con forma de gallo, que planea sobre todo el pueblo, sobre un lugar no muy atractivo para vivir, la verdad.
Y menos, para morir, Cabeza de Ciervo, muchacho.
Pero bueno, no temas, que no todo está perdido, no señor.
Si te esfuerzas, si te dejas un poco los cuernos, en Abismo todavía podemos hacer un monstruo hecho y derecho de ti.
Si aprendes, por ejemplo, del bueno del jardinero Randall.
Un callo malayo con más años que la tos, que va por ahí emborrachando ingenuas muchachuelas para tratar de zumbárselas.
O si no, mira, fíjate en el reverendo Fibber.
 Un cuervo del señor que babea por una de las corderas de su rebaño, y que parte y reparte unas hostias que flipas, que flipas en colores, literal.
O mejor, mejor aún, de la señora Samson, la señora O’Quinn, y la señora Cooper, las chicas de oro de Abismo.
Los tres vejestorios que parten la pana en el consejo municipal, las tres parcas que tejen el destino de Abismo a su antojo.
En fin, aprende de quién quieras en abismo, cabeza de ciervo, muchacho, pero aprende.
Porque si no aprendes la lección, tarde o temprano, Bob Callahan terminará echándote el guante.
Sí, ya sé que el ayudante del sheriff parece un gordo borracho, un perdedor que da más pena que miedo, pero ojo, cabeza de ciervo, muchacho, no te confíes, que el viejo Bob no tiene un pelo de tonto.
Y no lo digo porque sea calvo, que conste.
Aunque sea calvo, que conste.
Lo digo porque a Bob le gusta Denise.
Denise, su ayudante. Su joven y preciosa ayudante. La que quizá sea su última oportunidad quizá no de ser un hombre feliz, pero sí menos infeliz y más hombre.
Pero tú nada, erre que erre, mazazo va cabeza viene, por un cuerno te entra, y por el otro te sale.
Sí, ya sé que te mola mazo que todo Abismo se cague de miedo, pero a mí no te me pongas farruco, que a mí no me das ni esto.
Porque cabeza de ciervo, muchacho, no sé qué carajo hace una historia como la tuya, una historia de asesinatos tan rematadamente pulp como la tuya, en una colección de terror.
Una jugosa mezcla de novela de serie B y Twin Peaks como…. como si Robert Rodríguez hubiera preñado a David Lynch, y éste hubiera parido una versión bastarda de su serie, algo así como “Twin Freaks”, escrita, maravillosamente escrita, con un estilo sarcásticamente postmoderno con los hechos, y postmodernamente sarcástico con el lector.
La caña de España, vamos.
 
Una lástima que el bro Álamo me la acabe de regalar, la habría incluido en mi top tres del año pasado.
Porque de momento, es la gran sorpresa de lo que llevamos de éste, y ojo, que ya han caído unas cuantas.
Pero bueno, al fin y al cabo, esta no es una novela policíaca.
Y esta no es la rarísima reseña de una novela policíaca flipantemente rara, si haces caso de las etiquetas editoriales.
Queda dicho.


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