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miércoles, 28 de enero de 2015

A Pamplonoir hemos de volver




Justo antes de que nos dieran las uvas de 2014, dijimos que la invitación a Pamplona Negra fue una de las mayores alegrías de un año con más bien pocas alegrías. Que después de tanto tiempo trabajando como un negro por promocionar el género ídem alguien que te conoce sólo por tu labor (y no por tu belleza, como suele ocurrirme) apueste por ti, y más alguien tan capaz como Carlos Bassas,  fue el mejor regalo de Navidad para mi autoestima.
De hecho, estaba tan ilusionado, que la víspera de nuestra partida,  apenas pude pegar ojo de alegría.  Algo que  tampoco me había pasado nunca.
En la puta vida
 En fin, que aunque para llegar sanos y salvos a Pamplona Negra tuvimos que cruzar España y media , blanca y nevada, de autovía en autopista,  driblando carreteras congeladas y puertos con vocación de callejón sin salida, nos chupamos las siete horas de coche felices como perdices.
Pero por mucha ilusión que tuviéramos, ni en nuestros mejores y más tórridos sueños habríamos hecho justicia a Pamplona Negra.

Ahí van cinco razones por las que, sea como sea, a Pamplonoir hemos de volver:

1. -Por los amigos: Sin duda, este fue el primer motivo de que tuviéramos más ganas de recorrer las calles de Pamplona que un Miura en San Fermín. Porque, ¿quién puede resistirse a compartir mesas redondas y cuadradas con Jon Touré, Naranjito del Árbol, Pollito Ravelo, Yonqui Escribano, Javier Fiatlux o Marta Leersinprisa? Por no hablar de reencontrarnos con Juan Ramón Biedma, mi padrino, al que llevaba dos largos años sin ver, y cuya próxima novela espero con verdadera fruición.




2. - Por los actos: durante las dos intensas tardes de festival que tuvimos oportunidad de disfrutar, la calidad fue altísima. De acuerdo, la mayoría de invitados eran sospechosos habituales de las Ahorcadas, pero hubo dos actos que nos dejaron a todos fuera de combate: el crimen a escena y la charla de Michel Gaztambide. Porque escuchar a la jueza de instrucción estrella de Navarra desgranar con pelos y señales judiciales, un caso real de memoria y con más detalle que el sumario como si fuera una partida de Cluedo, dejó a propios y extraños con tres palmos de narices. Tres que al día siguiente se quedaron cortos, cuando Michel Gaztambide, el guionista de la caja 507 tomó el micro, y explicó el fascinante proceso de gestación de la película, y sus múltiples niveles de lectura. Y aún mejor, porque fue  de lo mejor de Pamplona, vino después, cuando el azar quiso que nos tocase cenar enfrente de Michel y su mujer, una de esas cosas que hacen que des crédito al célebre eslogan de la tarjeta, porque hay cosas que no tienen precio. Y para rematar, cuando ya creíamos que estaba todo el pescado vendido, ¡Bang! Bassas se saca de la manga un asesinato de clausura que supuso un espectacular chupinazo para cerrar el  evento por todo lo alto.


3. - Por el público: sí, habéis leído bien, por el público. Da gusto y envidia sana ver un auditorio  con sus casi 450 butacas rebosando humanidad e interés, preguntando sin parar. Algo que, después de años recorriendo y organizando eventos literarios, hacen que te den ganas de quitarte no ya el sombrero, sino hasta los gayumbos ante los navarros. Porque por muy atractivos que sean los actos que organices, nada, absolutamente nada, asegura que sólo vayan a verlo los de siempre.  Por eso, es triste reconocerlo, pero aunque Cuenca lleve la fama, de momento, Pamplona carda la lana del crimen patrio.



4. - Por la organización: si en algo somos expertos en las Ahorcadas es en buena gente y buen trato.  Pues la organización de Pamplona Negra no se quedó a la zaga. Los juntaletras locales, los Carlos Erice, Aitor Iragi, y Alejandro Pedregosa no sólo nos acogieron como si nos conocieran de toda la vida, sino que incluso se pringaron literalmente, haciendo de cocineros, camareros, pinches, guías…. Chapeau, amigos.



5. - Carlos Bassas: Y por último y más importante, no sólo porque es el cerebro y alma máter de todo lo anterior, sino también su máximo exponente, está Carlos Bassas, el escritor samurái con el don de la ubicuidad, que tan pronto se ocupaba de llevar y traer autores (¡y eso que no tiene coche!), como de moderar mesas, animar sobremesas, contar chistes, sacar sorpresas de la chistera , guiarnos por la ciudad, improvisar tesis sobre Hemingway (esa fue la excusa que puso, que estaba haciendo una investigación sobre el americano, para que nos enseñaran su habitación). Un tipo genial, que con esta Pamplona Negra me ha dado una lección magistral sobre eventos culturales. El mejor acicate para volver, para aprender, para esforzarse aún más porque ahora, el listón está aún más alto.




Y me gusta.


Gracias, senshei, gracias por todo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por compartir tan maravillosa experiencia.
Habrás tomado buena nota de todo lo que tienes que planear para Cuenca en abril ;-)
Noemi

Anónimo dijo...

Doy fe de todo ello, superó todas las expectativas.
Bassas un crack y todos ellos gente de la que siempre guardas un buen recuerdo.
Amparo

Anónimo dijo...

Menuda envidia insana me da leerte!!! Pero cuanto más sé de este mundo de escritores y encuentros más valoro tu trabajo D. Sergio!!!
Felicidades por la participación y gracias por el esfuerzo que haces en LCA.
Almu