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domingo, 15 de septiembre de 2013

Un microregalo

Ya hacía tiempo, ya, que no se veían microcrímenes por estos lares, así que, aunque sea más crimen que micro, se agradece y mucho que uno de nuestros negritos plumíferos (en todos los sentidos), nuestro frailecillo favorito, Manolo (y me ahorro los apodos, porque serían de peor gusto que el de su santa esposa), nos brinda. Así pues, no queda sino hacer otro tanto a su salud, y a la de su más que y de qué manera perversa y fecunda imaginación.

UN BUEN INICIO

¿Qué culpa tengo de que el jodido pánfilo que se viene acostando desde antes de nacer yo con la beata que me parió, no haya sido capaz de mudarse a una casa habitable ni cuando el banco te daba más que te costara una nueva para devolverlo, si no quedaba otro remedio, en cincuenta años o más?  El cuchitril donde nos apretujamos los tres debió levantarse, y no del todo pues el edificio parece agachado, antes de inventarse las ventanas, la gente se lavaba una vez a la semana en la pila de la cocina, y para aliviar la tripa se oreaban las posaderas a la vera del arroyo de al lado. Las habitaciones son como pasillos, los pasillos como grietas y las escaleras precipicios.
Yo salía esta madrugada con prisas, abrí la puerta, agarré el pomo exterior para cerrarla aún dentro de casa, giré media vuelta, di un paso hacia atrás, y noté que alguien me tocaba el culo y luego algo rodaba por la escalera, antes aún de haber cerrado mi puerta. La vivienda colindante tiene su entrada pegandito a la nuestra y en un ángulo de noventa grados, así que al retroceder yo debí empujar, supongo, al viejo octogenario temblón que venía tardando, desde que yo era crío, un cuarto de hora cada vez para encajar la llave en su cerradura.
Como a los jubilaos los hacen tan frágiles este debió hacerse pedazos por dentro, pero la bolsa de pellejos en la que andaba envuelto le venía grande, así que no se derramó ninguno. Sangre tampoco hizo. Por la boca le asomaba algo viscoso, no sé si baba, si mocos o un gargajo. El ojo derecho seguía como siempre, un brillito al fondo de un hueco oscuro que como si fuera una ostra criaba lagrimitas y legañas; el izquierdo sin embargo se le había salido de las pestañas y parecía un huevo de pascua, tamaño codorniz, pintarrajeado de raíces rojas y azulonas. Un muerto recién estrenado supongo que no contagiará nada pero ¿quién me
dice a mí que este no estaba podrido por dentro desde hacía la tira de años?
Siempre olió fatal. Así que pasé por encima sin pisarlo y allí lo dejé. A media mañana ya lo encontraría alguien.
 Ya en la calle me puse a cruzar y volví la mirada a las ventanas por ver si algún vecino asomaba por ellas. Nada, ni rastro de vida. Entonces, otro ruido a mis espaldas. Un tonto del haba en bicicleta que bajaba la cuesta en punto muerto y pensando en las musarañas que me pasa rozando, pierde el equilibrio y se estrella
contra la farola de la esquina. Este sí hizo sangre, claro, porque quiso parar el golpe con los cuernos. La farola era más dura que el frontal de su calavera y perdió el envite. Con lo escandalosa que es la sangre y las prisas que yo tenía no iba a entretenerme. Si estaba muerto ¿para qué moverlo? Y si vivía todavía, mejor sería que muriera rápido y en paz. Hice bien. Llegué a la parada del autobús justo cuando el conductor entraba en la taberna de Nicasio a tomarse el carajillo primero, así yo me lo tomaba con él e invitándolo me dejaba viajar gratis, como siempre. Ventajillas de ser principio de trayecto y de jornada. A ver ahora como se me da el día. El principio ha sido más entretenidillo que de costumbre.

Manolo Polo

1 comentario:

carolina dijo...

Genial!! Me ha encantado la forma en la que empiezas. Un parágrafo contundente y descriptivo que te abduce hasta el final. Además el personaje es de los buenos, de esos a los que se les saca mucho jugo (me ha recordado al insigne Sheriff de Potts County). Creo que es de esos relatos que darian un divertido debate entre negirtos (Ay, que saudade...). Manolo, tú vales un potosí!!
Carolina