Por Leonilde Álvarez.
Hemos comenzado el curso de novela negra japonesa con
una selección de relatos de Edogawa Rampo y Okamoto Kido, de principios del
siglo XX.
Empezamos con el detective Hanshichi, que gracias a su
perspicacia reconoce a los asesinos basándose en su conocimiento de la sociedad
en la que vive. No es un detective con
un oscuro pasado ni necesita apenas
pistas, va a por el culpable y después comparte con los lectores como ha
solucionado el caso.
En sus cuentos,
vamos aprendiendo sobre la vida japonesa en las primeras décadas del siglo XIX
y encontrando algunos paralelismos con nuestra propia sociedad de la misma
época.
Con Edogawa Rampo, nos asomamos a la vida y costumbres del siglo XX. Son
historias interesantes y fáciles de leer. Tienen ingenio, pero su desarrollo es
bastante ingenuo. El autor utiliza el recurso de la carta en varios relatos
para desarrollar las tramas o finalizarlas.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCnZaF1uZmnD4eqcmdnjiykZdjY04qo4lycZei4vsJk5HhYRNAws3t9yiRhqoHEmpl8eIST9JzJ1J8Vj_Rw2oD0VkxVKFRRHpDJilW3rVgB2YhelIza315g68Wy7Jg3ybadopzVAy4ozmy/s320/Moju.jpg)
En conclusión, es literatura popular, fácil de leer,
con tramas cortas e ingeniosas para enganchar a los lectores y de vez en cuando
hay un relato que nos impresiona por la
imaginación del autor y por la fascinación que sentimos al leer sobre el país
del sol naciente.
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