Como ya es
tradición en las Casas Ahorcadas, durante la última reunión, aparte de cena de
gala y copas con gula, abrazos y despedidas, también hay espacio para la votación
del Tormo Negro, el premio que anual y democráticamente concedemos a la mejor novela leída durante el curso.
Un Tormo negro
pero transparente, humilde pero honrado, que en su primera edición hace dos
años, recayó en “La niebla y la doncella”, la tercera entrega de las andanzas
de la benemérita pareja de Lorenzo Silva, y el año pasado en “Tom Z Stone”, el debut
del carismático Bogart reanimado por Joe Álamo, y que en esta ocasión ha sido para
“La tristeza del samurái”, la segunda obra de Víctor del Árbol, que ya
recibiera el (casi tan) prestigioso Premio a la mejor novela negra europea 2012
de la revista francesa Le Point.
Y aunque
lamentablemente nuestro galardón no sacará de pobre al ganador (que para eso
están los más de 100.000 ejemplares que lleva vendidos al otro lado de los
Pirineos), hacerse con él no es moco de pavo, oigan.
Porque, como el leitmotiv del presente año era
analizar comparativamente la evolución de la novela criminal en España y
Estados Unidos década por década, desde que surgiera el noir en las revistas
pulp americanas de los años 20 hasta que Carvalho y Montalbán acometiesen su
personalísima crónica sentimental en negro de la Transición española , el
samurái del Árbol ha tenido que vérselas, entre otros, con rivales de la talla
de la mítica “Cosecha roja” de Dashiel Hammett,” “Adiós, muñeca” del
todopoderoso tándem Marlowe-Chandler, “El asesino dentro de mí” del
deliciosamente desquiciado Jim Thompson, o “Las hermanas coloradas” que en 1969
le valieron un Nadal a Plinio, el jefe de la guardia municipal de Tomelloso creado por Francisco García
Pavón.
Un honor
subjetivo (por definición, todos los artísticos lo son), pero indiscutiblemente
merecido por su ambición narrativa y preciosismo literario.
No en vano, este adictivo thriller histórico a
caballo entre los primeros días del franquismo y los de la democracia, se sirve
de un estilo crudo y poético para armar una laberíntica trama de engaños,
traiciones y vendettas familiares repleta de personajes redondos, frases
lapidarias y giros inesperados, que reflexiona de forma descarnada sobre un
tema tan humano y universal como es la culpa. Porque, ¿es lícito que los hijos
paguen por los pecados cometidos por sus padres?
Una lectura
diferente, ideal para sobrellevar los largos y tediosos meses de verano.
Una novela que
no te puedes perder