Esta no es una reseña más de una
novela policíaca más.
Porque esta novela no es una novela
policíaca.
Esta novela es de una colección
de terror.
Queda dicho.
Y dicho esto, ahora sí,
empezamos….
Érase una vez, un pueblucho americano
de mala muerte y peor vida llamado Abismo.
De mala muerte, desde que
apareció una bestia parda con unos tochos más grandes que el novio de Lucía la
Piedra y una cacho maza que dejaría sin palabras hasta al presentador de
Bricomanía.
Porque, Cabeza de Ciervo, muchacho, cómo se te
ocurre ir por ahí a lo loco, liándote a mazazos con el sheriff del pueblo sin
preguntar… quitándole la cabeza y los fémures sin pedirlos por favor… ¡Y encima
con esas pintas de Bambi desarrapao
que me llevas!
No, Cabeza de Ciervo, muchacho, eso no es de
buen morir, eso no se hace.
Y no sé donde has aprendido eso, de dónde demonios
lo has sacado, pero eso no es lo que te enseñamos en Abismo, no señor.
Por mucho que Abismo sea un pueblucho
de peor vida… de toda la vida.
Por mucho que Abismo sea Un
pueblucho cuyo principal atractivo, cuyo único atractivo sea el Gallo.
Un pedrolo
con forma de gallo, que planea sobre todo el pueblo, sobre un lugar no muy
atractivo para vivir, la verdad.
Y menos, para morir, Cabeza de Ciervo,
muchacho.
Pero bueno, no temas, que no todo
está perdido, no señor.
Si te esfuerzas, si te dejas un
poco los cuernos, en Abismo todavía podemos hacer un monstruo hecho y derecho
de ti.
Si aprendes, por ejemplo, del bueno
del jardinero Randall.
Un callo malayo con más años que
la tos, que va por ahí emborrachando ingenuas muchachuelas para tratar de
zumbárselas.
O si no, mira, fíjate en el reverendo
Fibber.
Un cuervo del señor que babea por una de las
corderas de su rebaño, y que parte y reparte unas hostias que flipas, que
flipas en colores, literal.
O mejor, mejor aún, de la señora
Samson, la señora O’Quinn, y la señora Cooper, las chicas de oro de Abismo.
Los tres vejestorios que parten
la pana en el consejo municipal, las tres parcas que tejen el destino de Abismo
a su antojo.
En fin, aprende de quién quieras
en abismo, cabeza de ciervo, muchacho, pero aprende.
Porque si no aprendes la lección,
tarde o temprano, Bob Callahan terminará echándote el guante.
Sí, ya sé que el ayudante del
sheriff parece un gordo borracho, un perdedor que da más pena que miedo, pero
ojo, cabeza de ciervo, muchacho, no te confíes, que el viejo Bob no tiene un
pelo de tonto.
Y no lo digo porque sea calvo,
que conste.
Aunque sea calvo, que conste.
Lo digo porque a Bob le gusta Denise.
Denise, su ayudante. Su joven y preciosa
ayudante. La que quizá sea su última oportunidad quizá no de ser un hombre
feliz, pero sí menos infeliz y más hombre.
Pero tú nada, erre que erre, mazazo
va cabeza viene, por un cuerno te entra, y por el otro te sale.
Sí, ya sé que te mola mazo que
todo Abismo se cague de miedo, pero a mí no te me pongas farruco, que a mí no me
das ni esto.
Porque cabeza de ciervo,
muchacho, no sé qué carajo hace una historia como la tuya, una historia de
asesinatos tan rematadamente pulp como la tuya, en una colección de terror.
Una jugosa mezcla de novela de
serie B y Twin Peaks como…. como si Robert Rodríguez hubiera preñado a David Lynch,
y éste hubiera parido una versión bastarda de su serie, algo así como “Twin
Freaks”, escrita, maravillosamente escrita, con un estilo sarcásticamente postmoderno
con los hechos, y postmodernamente sarcástico con el lector.
La caña de España, vamos.
Una lástima que el bro Álamo me la acabe de regalar, la
habría incluido en mi top tres del año pasado.
Porque de momento, es la gran sorpresa
de lo que llevamos de éste, y ojo, que ya han caído unas cuantas.
Pero bueno, al fin y al cabo, esta
no es una novela policíaca.
Y esta no es la rarísima reseña
de una novela policíaca flipantemente rara, si haces caso de las etiquetas
editoriales.
Queda dicho.
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