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miércoles, 27 de enero de 2016

Siempre pagan los mismos, Carlos Bassas.


Por Raquel Soler.

«Siempre pagan los mismos» ¿Cuántas veces hemos repetido esto? Demasiadas. Y la ciudad de Ofidia no se ve libre de esta tragedia.  Ofidia es una ciudad como otra cualquiera (aunque huele mucho a Pamplona), donde la corrupción manda y el poderoso se aprovecha del débil.  Pero en ocasiones, el débil se cansa de serlo. Por eso mismo nadie llora el asesinato de Falcon, un corrupto policía municipal que ha estado extorsionando a todo el barrio de San Miguel. Sin embargo, la muerte de un policía no es algo que pueda olvidarse y Herodoto Corominas, policía nacional, comienza a investigar.

Comienza a investigar a pesar de que su padre se está muriendo, a pesar de sus problemas de próstata, de que su mujer sea una comprometida activista contra los desahucios, a pesar de que su hijo adolescente lo ignore… Comienza a investigar porque es su trabajo y, ante todo, es otro “mandao” más.

La última novela de Carlos Bassas sorprende. No por el final, ni por lo intrincado de la trama  –de hecho, la identidad del asesino se desvela casi al principio– sino por la claridad con la que describe un ambiente que no nos es desconocido. Un mundo cruel, donde desde joven estás condicionado por tus circunstancias, donde la gente pierde lo que tiene y donde el activismo real, el de fuera del sofá, es algo ocasional y no la norma. Un mundo donde no hay héroes, pero tampoco villanos, donde el blanco y el negro se difuminan en una amplia gama de grises. Todo ello, narrado con un estilo muy visual y con unos diálogos brillantes, en algunas ocasiones casi filosóficos, que reflejan los orígenes como guionista del autor.

Y aunque siempre pagamos los mismos, su presentación será gratuita, y los libros tendrán descuento.

¿Cuándo? ¿Dónde? El 19 de Febrero a las 19 h en el salón  De actos de la Biblioteca Municipal.
Así que ven, Y compártelo. No tienes excusa.

 Hazlo…. O nos las pagarás.

Más información en el Cuartel General de las Casas Ahorcadas (casasahorcadas.blogspot.com).

lunes, 11 de enero de 2016

La alegría del samurái



Querido Víctor:

Perdona si he tardado en dedicarte este post. Sabes que no ha sido por falta de ganas. Que me alegro tanto de tu éxito casi como si fuera mío.

Aunque ese casi implique nada menos que un Nadal y 18.0000 euros menos en mi haber.

¿Te acuerdas de la primera vez que visitaste tus Casas?. Viniste a comentar “La tristeza del samurái” y a presentar “Respirar por la herida”.

 Lo recuerdo como si fuera ayer. Aunque hayan pasado casi tres años. Fue el 15 de Marzo del 2013.

Y te prometo que no lo he mirado en Google.

Ya entonces eras un autor consagrado en Francia, gracias al Premio Le Point. Pero como la mayoría de grandes que conozco, estabas en una editorial pequeña (la pequeña gran Al revés). Pero todos los que te leíamos, nos sorprendíamos de que un escritor tan bueno, pasara tan desapercibido.

Sé que te afectaba. Que te dolía no ser profeta en tu tierra. Pero como el samurái tratabas de que la tristeza no te invadiera, de no respirar por la herida.

 Y por ello, no dejaste de intentarlo.

Aunque “Respirar por la herida” no recibiera la atención que merecía.

Pero como buen samurái, tú seguiste perseverando.

Y diste al fin, el salto que todos sabíamos que tarde o temprano darías. Porque aunque nos pese a los amantes de las pequeñas editoriales, las estrellas literarias siempre acaban brillando en Planeta. Y así es como “Un millón de gotas” cosechó un millón de premios. Aquí, allí, en todas partes.

Y pese a todo, como buen samurái, tú seguías imperturbable…hasta el miércoles.

¿Recuerdas el encuentro con lectores en la Universidad? Te pusiste la hostia de gafapasta…. Ese día me dijiste que te ibas a presentar al Nadal, pero que debía ser un secreto.

Y te prometo que lo guardé. Que hice lo que pude. Sólo se lo comenté a mi familia.

Pero el miércoles, busqué información en internet. Y encontré los finalistas. Y por lo poco que sabía de la novela, sospeché que “Cruce de olvidos” era tuyo. Que te ocultabas bajo el pseudónimo de Aurelia Ballesteros.

Y crucé los dedos.

Pero el jueves, yo tenía que trabajar. Era mi primer día después de Navidad. No había dormido bien (quedaría muy bien, si dijera que de los nervios, pero ya sabes que nunca miento). Por eso, cuando mi padre entró en mi habitación, pensaba que me había dormido. Y cuando gritó: ¡Víctor ha ganado el Nadal! No pude evitar un respingo. Y cuando descubrí que eran las 6:30, tampoco acordarme de su madre, aunque sea mi abuela.

Todavía medio dormido, fui al salón. En las noticias, hablaban de no sé qué mierdas  de Rafa Benítez. Y luego, de no sé qué hostias del tiempo.  Y de repente….te oí.
Eras tú.
Mi samurái.
Y estabas tan emocionado que casi llorabas. Llorabas de alegría.
De repente, se me pasó todo el sueño y la mala hostia.
Eras tú. Mi samurái. En la tele. No sabes lo orgulloso que me sentí. Por ti y por mí. Por mi amigo y por ser tu amigo.

Y bueno, aunque algo tarde, quería que lo supieras. Ahora que es "La víspera de casi todo". Tu alegría me hizo feliz, samurái.

miércoles, 6 de enero de 2016

LAIDLAW, de William McIlvanney (1977).

por Fermín Cañizares.


William McIlvanney nos presenta el perfil de algunos de los habitantes de Escocia, y dentro de ella, nos da a conocer la ciudad de Glasgow, o mejor dicho el conjunto de comunidades diferentes que componen ésta.

Acompañando al inspector de policía Laidlaw, encargado de resolver el caso de la muerte de Jennifer Lawson, asesinada en un parque de la ciudad, el autor nos va mostrando varios Glasgows.

El carácter de algunos de los protagonistas que aparecen en la novela, parece como tallado en materiales rocosos, con un buril con gran capacidad de corte y que aguantan inalterables el paso del tiempo sin evolucionar.

 Nos vamos encontrando con una forma de enfrentarnos a la violencia, con poca o nula comprensión de los sujetos implicados en ella, tanto por parte de la sociedad en general, como de las instituciones del Estado encargadas de su tratamiento.

William McIlvanney nos dirige hacia la influencia que ha tenido la educación, o educaciones, de las religiones protestante, y católica a lo largo de los siglos en las distintas comunidades de la ciudad, que incluso en los equipos de fútbol se manifiesta.

Una ciudad, Glasgow, marcada por una supervivencia difícil. Una ciudad industrial, donde las condiciones sociales y laborales durante muchas generaciones, fue durísima.

Nos muestra la intolerancia a los otros, la perpetuación de lo socialmente aceptado, aunque no deje de ser más que un conjunto de normas hipócritas, entrando en el tema de la homosexualidad en una década en que todavía no era fácil.

Laidlaw ante estos hechos nos plantea una visión menos represiva, y nos dice que en este mal mundo que Dios nos ha dado, muchos de los personajes, que caen en lo infraumano, podrían salvarse, si se llegara a la raíz de las cosas, y ahí tratarlas.
En esta lucha, Laidlaw se encuentra sólo, como Don Quijote contra Los Molinos de viento; Y nos viene a sugerir, que con otro tipo de Educación, este mal mundo podría ser un poco menos malo.